
La mayoría de los niños refugiados, están yendo a la ciudad ucraniana de Liviv, donde salen trenes y colectivos hacia Polonia.
Dimitri tiene ocho años y pide que la guerra termine. “Quiero volver a casa”, dice. Viene desde Sverodonetsk, en el sureste de Ucrania, a 1.200 kilómetros, donde las bombas rusas son cotidianas.
También espera ser adoptado, ya que es huérfano. Le manda un mensaje a la gente que no fue evacuada a Lviv como él y sus 75 compañeros del orfanato: “Quiero que vivan. No quiero que mueran”.
En una escuela no lejos del centro de la ciudad, en el parque Stryiskyi, las autoridades locales alojaron a Dimitri y sus compañeros de orfanato. Tras una noche de bombardeos en su ciudad natal.
Los chicos cuyas edades van entre 6 y 15 años, viajaron también junto a cuatro enfermeras y 18 bebés que también son huérfanos. El hogar del que se fueron, quedó destruído por un ataque ruso en el que murió una mujer de 54 años.
En la estación de Liviv, los niños que no quedaron huérfanos solo pueden viajar con sus madres, porque a los padres les tienen prohibido salir del país.
Desde que empezó la guerra Ucrania-Rusia, 38 chicos fueron asesinados y otros 71 heridos, de acuerdo con información distribuida por el gobierno ucraniano. Dos de ellos murieron hace apenas horas, en Sumy, donde las bombas de Vladimir Putin mataron a 21 personas.
Fuente: Clarín